Truenos sin centellas, por José Luis Centeno

Truenos sin centellas, por José Luis Centeno

El cambio promisorio del Iluminado de la sabana se coleó en nuestra historia a finales de 1998, como un centellazo cegó a las masas, puso donde hay a un montón de oportunistas de todas las clases sociales y políticas del país, mandando al abismo a los partidos políticos tradicionales para luego resurgir acompañados de nuevas fuerzas políticas que hoy buscan capitalizar a toda costa, pero no se sabe si a qué  precio, la pulverización de un legado que no da para más, y no podía ser de otra manera, por no ser más que un retroceso descomunal en todos los órdenes de cualquier nación, resultado del todo lógico de la gestión de quienes nunca tuvieron la conducción del país en sus manos, gobernantes, que al igual que sus regentes, fueron rebasados por una crisis que se profundiza en igual proporción que el rezago del régimen con la democracia.

Los truenos pueden seguir, pero la luz del centellazo se extinguió hace mucho tiempo ya, demasiado rápido como para responder a un verdadero y genuino proceso revolucionario; truenos sin centellas rara vez terminan en tormenta, por más que se vea venir un diluvio, que en caso de venir, el pueblo venezolano desde hace tiempo tiene su arca preparada para hacerle frente, y aquí se pone interesante la cosa, si el legado fue un fraude la propuesta de los aglutinados en la MUD luce cono una carencia aun no satisfecha, corriendo el riesgo de quedar igual de rezagados o rebasados que los chavistas en sus intenciones, a no ser que no estén del todo convencidos que sea posible sacar al tirano, algo que sería lamentable con un escenario tan favorable como el que es posible observar en la actual realidad política y social.

 

El comportamiento de los herederos del Iluminado de la sabana por estos días, semeja una tormenta eléctrica con el recrudecimiento de la violencia oficial, el terrorismo judicial, especialmente con los atentados delictuales del TSJ en contra de la Asamblea Nacional, pero como toda tormenta, se extinguirá con la intensidad de sus destellos, por más riesgo que representen para la vida democrática del país, para terminar quedando finalmente como el relámpago del Catatumbo, fenómeno que a todos sorprende pero que a nadie intimida, ni siquiera a Los Goajiros, cuyos antepasados lo veneraban como uno de los más grandes dioses del universo; sino los convence este planteamiento, pregúntenle a las margariteñas el por qué se animaron a hacerle una jugarreta al Primer Mandatario que literalmente lo condujo a un callejón sin salida, donde según sudó la gota fría ante la aparente incapacidad de sus guardianes para resguardar su integridad física.

Así como para el hombre de la prehistoria los rayos y centellas eran divinidades, a las que los griegos y fenicios le dieron forma humana, en la primera década de este siglo Chávez lució omnipotente, para muchos divino, tan excelso que el chavismo por poco termina siendo una religión con un Comandante Eterno y un Sumo Pontífice en riesgo de pasar a la historia como un mal recuerdo, el peor de nuestros recuerdos, sin inspirar respeto, mucho menos temor, una realidad que el régimen tiene clarito, de allí que no encuentren la fórmula mágica para meterle el freno de mano por completo al revocatorio, de allí que poco importe el silencio de las comadres del CNE, sin con ello manifiestan que están tan chorreados como el primer hombre a quien sorprendió un centellazo.

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