Leonardo Morales: Vuela a la política

Leonardo Morales: Vuela a la política

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Llegamos al mes de agosto y las profecías acerca del fin del mundo venezolano quedaron para otro momento. Hubo violencia y asesinados, tal como el gobierno lo viene haciendo de manera reiterada; un choque de trenes, con el PSUV y la MUD como protagonistas,  convertirían la sangre derramada en tinta para escribir centenares de páginas sobre el último episodio de la patria. Un epílogo más cruento que el vivido por Bolívar en el siglo XIX. Algo se escribe y se escribirá, pero no tanto como algunos políticos pronosticaron.





La política se ha llenado de todo: se mantienen los viejos sabios, nacen nuevos sabios y también emergen los no-sabios que hacen de la antipolítica su política. Los primeros orientan con su sabiduría y experiencia acumulada y se resisten a la jubilación; los siguientes traen frescura y nuevos modos de relacionarse con la sociedad. Los últimos, recurren a la estridencia, a los clichés: “no volverán”, en 30 días tendremos nuevo presidente”, “se quedarán solos”. Sentencias que repiten y reiteran aun cuando la realidad les demuestra que el orinal está en otro lugar.

Al radicalismo iracundo solo le sirven las frases simples, de esas que exaltan una pretendida heroicidad, de resultados inútiles que pueden ser cambiados inmediatamente por otro con una nueva carga de emotividad. Mucha pasión y escasa razón. Su existencia es inevitable y seguramente necesaria para saber qué no se debe hacer y hacia dónde no se debe ir.

Los resultados del 30J produjeron una desesperanza y un escepticismo cuya justificación solo puede atribuirse a un radicalismo que impuso una agenda y un discurso, pero sobre todo, insinuaron un resultado que no estaban en capacidad de cumplir o, peor aun, sabían que no ocurriría. No menos responsables son aquellos que con su silencio, revestido de oportunismo, dieron rienda suelta a la venta de espejitos.

Luego del resultado de la ANC, fraude perpetrado de unos rojos contra otros rojitos, el pueblo opositor quedó desolado. El radicalismo funciona para crear expectativas, pero no para construir resultados. Al gobierno se le derrota como ya se le ha derrotado; la cimentación de una agenda política que conduzca a éxitos es la función de un liderazgo que con tino, sabiduría y que interpretando los acontecimientos pasados, logra desnudar ante la sociedad la inconveniencia de profetas y redentores

Hacer frente al legado chavista es un imperativo. Nada diferencia los epítetos y calificativos de hace unos años con los que ahora se arguyen. No dista uno del otro: traición, suele ser en estos días, la daga elegida contra los que escogen la vía constitucional, cada uno en una acera diferente con distintas ideas, según parece, pero con idéntico discurso. Líderes del insulto y de la descalificación como también, campeones en derrotas.

Hasta la saciedad se ha dicho que la oposición lucharía para sacar del poder a quienes hoy lo usufructúan; el camino de las instituciones, las que hay, de manera civilizada y pacífica, pero también a través de las elecciones.

Todo ello implica ceñirse a lo que la Constitución establece. Otra cosa nos conduce a caminos inciertos y a nuevas derrotas, así como a perder el respaldo que la Comunidad Internacional está brindando a Venezuela, precisamente por la conducta inequívocamente democrática mostrada por la oposición.

Ceder a los gritos y a las amenazas de quienes lideran el staff de derrotas llevaría a la sociedad por el camino de lo inimaginable, palabra, esta última, que me exime de dar pinceladas dramáticas respecto del futuro.

Siempre será pertinente para el liderazgo opositor ejercer el arte que ya ha demostrado manejar, sus pasados éxitos y el debilitamiento sostenido del gobierno, lo certifican.  Sucumbir a las gradas en vez de ejercer el arte de la política sería un terrible error, por lo que nunca será innecesaria tomar algo de Sócrates para sabernos acompañar: “…porque no conozco en el hombre un mal mayor que el de tener ideas falsas…”

@LeoMoralesP