El Rey Felipe y la reina Letizia, 15 años de matrimonio con altibajos

El Rey Felipe y la reina Letizia, 15 años de matrimonio con altibajos

Foto Archivo

 

Es la Familia Real española la que menos sentido de la pompa tiene de todas las dinastías reinantes de Europa. Por una obsesión de la austeridad mal entendida, la Corona es muy poco dada a la celebración de las efemérides que atañen a sus miembros. Nada que ver con otras Monarquías como la británica o la sueca donde cualquier ocasión es buena para la exaltación de la Jefatura del Estado. De ahí que no quepa esperar ningún evento con motivo de los 15 años del matrimonio de Don Felipe y Doña Letizia que se cumplen el próximo 22 de mayo. Y, sin embargo, es una fecha importante para una institución de naturaleza familiar, publica el diario español El Mundo.

El de Don Felipe y Doña Letizia ha sido en estos 15 años un matrimonio plagado de altibajos, muchos de los cuales han trascendido a pesar de la gran opacidad que rodea a la Corona. Pero, como sostienen expertos y personas próximas a La Zarzuela, tan cierto es que los Reyes siguen hoy profundamente enamorados -se destaca sobre todo lo mucho que quiere el Monarca a su mujer- como que han pasado al menos una crisis muy seria en su relación que hizo temer que el matrimonio se rompiera.

A nadie se le escapa que la relación conyugal en este caso no es un asunto meramente privado, sino que afecta absolutamente a la institución sobre la que descansa nuestro sistema político-institucional. De ahí que la crisis a la que aludimos, hoy felizmente superada, provocara en su día una honda preocupación. Porque aunque nos hemos empezado a acostumbrar a separaciones y divorcios en el seno de las familias reales -ya no hacen falta eufemismos como el del “cese temporal de la convivencia” con el que en su día se anunció el distanciamiento de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar-, en el Viejo Continente todavía supone una complicación extraordinaria la ruptura definitiva de reyes en ejercicio. Y, así, los ciudadanos parecen aceptar sin problema que monarcas como Don Juan Carlos o la propia Isabel II de Inglaterra hayan hecho vidas independientes de sus cónyuges durante décadas, pero los políticos prefieren mirar hacia otro lado para no regular las situaciones de derecho que se derivarían del divorcio del Jefe del Estado y su consorte.

No está claro si el entonces Príncipe de Asturias y la periodista de TVE Letizia Ortiz se conocieron o no en una cena en casa de quien fuera director de Documentos TV, Pedro Erquicia, el 17 de octubre de 2002. En todo caso aquel fue el encuentro en el que, al parecer, saltó la chispa y permitió que comenzará un breve cortejo envuelto de un gran secretismo, con ayuda de un escaso grupo de celestinos.
En Zarzuela, inicialmente creyeron que se trataba de un mero tonteo, de una relación sin mayor trascendencia. Los amigos de Don Felipe que conocieron la historia desconfiaban de que ésta fuera a llegar a buen puerto conscientes de que el pasado de la periodista, divorcio incluido, iba a ser una bomba para la institución.

 

UN HEREDERO ESCALDADO

Pero el Príncipe estaba escaldado. Lo de Isabel Sartorius lo había digerido porque su noviazgo le había pillado demasiado joven aún. Sin embargo, el modo en que se había finiquitado su relación con la noruega Eva Sannum, con la intervención de dirigentes de renombre, le había dejado tocado. Así que con Letizia dejó claro que no iba a dar su brazo a torcer. La Reina Sofía le apoyó cuando vio que eran lentejas. A Don Juan Carlos le costó mucho más aceptarlo.

En octubre de 2003, un año después de la famosa cena en casa de Erquicia, el hoy Rey echó un órdago a su padre. Don Felipe no asistió al desfile militar con motivo del 12 de Octubre. En aquella época, la Familia Real aún estaba bastante sobreprotegida por los medios. Y, aun así, aquel gesto veleidoso le acarreó a Don Felipe algunas reprimendas veladas en artículos de buenos conocedores de la institución como Luis María Anson. El Heredero se encontraba en Estados Unidos, con Letizia Ortiz. Su viaje institucional a Washington y Nueva York había concluido el 10 de octubre, con tiempo suficiente para estar en España el 12-O. Pero prolongó la estancia a modo de órdago ante la oposición de Don Juan Carlos a la relación con la presentadora del Telediario.

El Príncipe ganó. El plan de seguridad diseñado por Zarzuela para que se preservara en la intimidad el noviazgo real fue un éxito hasta que del bombazo tuvieron conocimiento demasiadas personas. Y, como es sabido, todo se precipitó el 31 de octubre de aquel 2003. Los españoles se quedaron de piedra al conocer que la futura consorte sería el popular rostro de los informativos. El expresivo titular de la portada de nuestro periódico fue “La Reina de la televisión”.

La lluvia no faltó al enlace celebrado el 22 de mayo de 2004 en la Catedral de La Almudena de Madrid. Siempre se ha subrayado que la boda estuvo teñida de cierta tristeza por lo cercanos que estaban los atentados del 11-M. Tampoco ayudó el nerviosismo de Doña Letizia, a quien el Príncipe apenas pudo arrancar un casto beso en la mejilla cuando salieron a saludar desde el Palacio Real.

Nada tiene que ver la actual Reina, que demuestra seguridad en su papel institucional y confianza en sí misma, con la inexperta joven de hace 15 años que debió sentirse perdida en una institución como la Monarquía. Sin embargo, mantiene muchos tics de su carácter -es muy impulsiva, perfeccionista hasta la exasperación, hipercontroladora-, que han influido tanto en su rol público como en su relación matrimonial.Un grupo de periodistas se quedó asombrado por su ímpetu en 2008 durante una recepción en Zarzuela para preparar un reportaje sobre la labor institucional de la pareja. “Hijo, hoy estás sordo, ¡la verdad!”, le espetó Doña Letizia a su marido, que no parecía entender o escuchar sus indicaciones. El auditorio no sabía dónde meterse.Con todo, los primeros años del matrimonio fueron muy buenos, marcados por el nacimiento de sus dos hijas, Leonor y Sofía, y por el tesón de la consorte para aprender a ejercer su papel. Eran días de vino y rosas para la Corona.Cuando la rutina y el desgaste de la convivencia, como pasa siempre, empezaron a dejarse notar, las amistades del Príncipe se convirtieron en un motivo de fricción. Y no tardó en llegar el día en el que Doña Letizia decidió que ya no disimulaba más. Es de sobra conocido que la actual Reina tiene nula sintonía con el grueso del grupo de amistades que Don Felipe conserva desde joven. Y eso ha hecho que éste poco a poco se haya distanciado de personas tan allegadas como su primo Pablo de Grecia. Cuentan próximos a la pareja que llegaron a un pacto por el que cada uno mantiene un grupo de íntimos con el que disfrutan de actividades de ocio por separado. A la Reina se la ve muchas veces con sus amigas más cercanas en conciertos o restaurantes. Y el Rey, por su parte, no perdona escapadas como la que volvía a protagonizar en marzo a Baqueira para esquiar junto a varios miembros de su pandilla, sin Letizia, poco aficionada a los deportes de invierno.

 

ENFADOS PÚBLICOS

foto EFE/Sergio Barrenechea

 

Algo que ha sido objeto de muchas críticas estos años han sido las peleíllas en actos públicos. Doña Letizia no ha ocultado sus enfados con su esposo en momentos en el que tenían el foco mediático apuntándoles. Así ocurrió, por ejemplo, en junio de 2015, durante el Fórum Impulsa de la Fundación Princesa de Girona, en el que se mostraron fríos y muy distantes.Aunque uno de los episodios bochornosos más recordados se produjo en 2011, durante una recepción en el Ayuntamiento de A Coruña.

El Heredero charlaba animadamente con los asistentes cuando su mujer le soltó: “Si te paras con cualquiera no vamos a acabar nunca”. El concejal de Festejos, interlocutor en ese instante de Don Felipe, se sintió humillado.2013 fue el annus horriblis para el matrimonio. Ya había estallado el caso Nóos. Y había tenido lugar el accidente de Don Juan Carlos en la cacería de elefantes de Bostwana, que destapó el escándalo de su entrañable amistad con Corinna. La popularidad de la Corona caía en picado. Y a la crisis institucional se sumó un enfriamiento en la relación de los Príncipes.En marzo de ese año, en Roma, durante un acto en nuestra embajada ante la Santa Sede, mientras Don Felipe charlaba con prelados de la Conferencia Episcopal, su mujer se le acercó destemplada y le soltó: “Me han dicho que esto se acaba ya, que nos echan, nos vamos ya”. El mal rollo entre ambos fue la comidilla del acto.Pero cuando saltaron las alarmas fue en verano. Doña Letizia llegó a Palma de Mallorca mucho más tarde que el resto de la Familia Real y se marchó enseguida, antes de lo previsto, dejando plantados a su marido, a sus hijas y a su familia política.

La crisis sentimental ya no podía disimularse.Parece que costó tiempo que se recompusieran las piezas del puzzle conyugal. Pero desde el entorno real se transmite que de un tiempo a esta parte los Reyes viven una segunda luna de miel. Los gestos de arrobo que la pareja se ha dedicado en más de un acto institucional no se ensayan. Doña Letizia es una mujer excesiva en sus formas e igual que le cuesta disimular su malestar, es capaz de transmitir afecto sin el recato al que constriñe el corsé del protocolo.

Y, así, durante el acto en el Congreso en diciembre por el 40º aniversario de la Constitución, Doña Letizia atravesó al Rey con una mirada de complicidad y le obsequió con un interminable aplauso tras su discurso que hizo que Don Felipe, un tímido empedernido, no pudiera por menos que ruborizarse.Aquella cena en casa de Erquicia unió a dos personas que ya habían amado y desamado lo suyo. Pero si, como decía Antoine de Saint-Exupéry, al primer amor se le quiere más, pero a los demás se les quiere mejor, puede que los Reyes hayan encontrado el necesario equilibrio para que su matrimonio funcione tanto en lo personal como en lo institucional 15 años después de darse el sí quiero.

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