Las protestas en Venezuela son como un grito en el desierto

Las protestas en Venezuela son como un grito en el desierto

Francis Guillén (izq.), quien era enfermera en un hospital público y ahora vende productos caseros para el cabello en un puesto callejero informal, participa en una protesta de trabajadores de la salud contra los bajos salarios en Caracas, Venezuela. 29 de octubre de 2020. REUTERS/Adriana Loureiro

 

Venezuela y los demás países del mundo vivieron un año 2020 atípico debido a la pandemia causada por la covid-19, que obligó a las autoridades a tomar medidas drásticas para evitar la propagación de la enfermedad, entre las que destacó la cuarentena «voluntaria y obligatoria». Sin embargo, las normas de bioseguridad como distanciamiento social y permanecer en las casas no fue impedimento para que durante el año se registraran protestas de toda índole en el país; muchas de ellas reprimidas por parte de seguridad del Estado.

Por Ronald Uribe / talcualdigital.com

¿Motivos? Fueron muchos: Deficiencia en los servicios públicos como la falta de gas doméstico y fallas en el suministro de agua y luz; la escasez de gasolina y las largas colas que los venezolanos tuvieron que protagonizar en 2020; la exigencia de mejores reivindicaciones salariales por parte de gremios como de enfermeras, maestros, trabajadores del sector público, entre otros; violación de DDHH y varios otras causas que hicieron a los venezolanos tomar la calle para protestar por sus derechos; una voz que desde el Ejecutivo pareciera no tomar en cuenta por el colapso de estos temas.

De acuerdo a Marco Ponce, director del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), las acciones de protesta por parte de la ciudadanía han sido constantes durante el 2020, siendo octubre cuando se registró un alto número de manifestaciones con 1.434; aunque en comparación con el mismo mes en 2019 fue menor ya que en ese mes se contabilizaron 1.739.

Indicó que a pesar de la pandemia y de las acciones tomadas para evitar el contagio, este fenómeno de demanda ocurre porque «la situación de los venezolanos es critica porque los venezolanos están sobreviviendo día a día viendo qué comer«, por lo que enfatizó que cuando se observa que parte del problema es un salario mínimo que equivale a $2, se cae en cuenta del problema de los venezolanos.

Resaltó que en este contexto, las exigencias de los venezolanos han sido principalmente por derechos sociales y de acuerdo a las estimaciones del OVCS, serían unos 8.000 reclamos en el país hasta octubre, donde el 93% son por ese tenor. Destacó además que las peticiones en las mejoras de los servicios públicos en el país han estado en los primeros lugares. Así, a partir de mayo se registraron protestas por gasolina pero también fallas en los servicios básicos y por exigencias a mejores reivindicaciones salariales, seguidos de cerca por el derecho a la salud y la alimentación. Sin embargo, las que menos han tenido incidencias son las del ámbito político.

Quien coincide con el argumento de Ponce es el doctor en Historia y profesor titular del postgrado en Ciencias Políticas de la Universidad Simón Bolívar, Luis Buttó, quien afirmó que la cantidad de protestas diarias que se registran en el país -unas 50, según sus estimaciones- evidencia un alto grado de conflictividad en la nación, donde se dan dos vertientes: los trabajadores del sector público que exigen mejores sueldos y los que manifiestan por mejora en los servicios básicos.

«Lo que me parece dramático es que pareciera que no hay un respaldo del resto de la sociedad para con esas protestas. No hay una identificación del resto de la sociedad para con esas protestas en el sentido de que por ejemplo, quien no esta vinculado con el Estado en términos de retribución salarial, no necesariamente apoya esas protestas», explicó.

Por eso, cree que cuando la sociedad no comparte los mismos intereses para salir a las calles y exigir sus derechos, «este tipo de protestas parecen diluirse. Cuando estas protestas son aisladas, son como voces que claman en el desierto», que puede que tengan algún impacto en los medios de comunicación y en las redes sociales, «eso con dificultades con las restricciones que hay para la difusión de la información en Venezuela». Al final -agregó- no hay una solución efectiva para los problemas para los que demandan soluciones.

Argumentó que en una crisis «tan aguda» como la que se experimenta actualmente en el país, «que han erosionado los cimientos de la sociedad», expresiones de individualidad como ‘sálvese quien pueda’ toma una vigencia «realmente dramática» debido a que existe una brecha importante entre quienes protagonizan las protestas -que laboran en el sector público como maestros, enfermeras, etc.- y los del sector privado porque sus problemas son diferentes, a pesar que todos padecen de dificultades con los servicios básicos.

«Eso se traduce en que no haya entendimiento con el resto  de la población para con ese reclamo y no haya con el suficiente apoyo», dijo.

Protesta ciudadana sin la política

Desde principios de 2020, el tema político ha sido convulso en Venezuela y desde la dirigencia política de oposición se había anunciado en reiteradas ocasiones articular esfuerzos con los sectores de la sociedad civil para organizar movilizaciones en exigencias por los servicios públicos, a la vez de repudiar la administración de Nicolás Maduro. Sin embargo, esas marchas no tuvieron la convocatoria esperada, probablemente por el efecto pandemia.

Marco Ponce, del OVCS, resaltó que las manifestaciones -muchas de las cuales son consecuencias del modelo político establecido en el país y por las decisiones tomadas por el Ejecutivo- son producto de acciones espontáneas «por el cansancio de los ciudadanos al ver sus DDHH vulnerados como el derecho a la vivienda (…) son manifestaciones que no tienen vínculos con sectores políticos».

Durante el segundo semestre del año -dijo Ponce- las demandas en pueblos y caseríos «han ido creciendo» porque «es ahí donde impacta con mayor fuerza» la debacle en los servicios públicos y económicos. Además, son los vecinos y trabajadores los que protagonizan las acciones y «no son protestas direccionadas que forman parte de estructuras partidistas. Hay una desconexión de sectores políticos».

Por su parte, Buttó aseveró que las protestas, si no están vinculadas a una «transformación real» que permita rescatar la eficacia del Estado para honrar sus deudas y su capacidad de maniobra, no se llega a nada. Aprovechó para responsabilizar a la oposición venezolana porque «o no ha podido, o no ha sabido encauzar, encuadrar esas protestas, dirigirlas, organizarlas impulsarlas para encuadrarlas en un proyecto de transformación de la sociedad venezolana».

Ante la desconexión por parte de la dirigencia opositora en las protestas registradas, las mismas caen en un vacío y se evidencia un déficit en la conducción de esa energía producto del proceso de manifestaciones. «Lo que quiero decir que más allá de la represión o no, el hecho que esas protestas no respondan a una orientación estratégica mayor conllevan a la debilidad y la ineficacia de las mismas».

¿Qué pasará en 2021?

«La protesta social va a continuar en 2021», vaticinó Ponce ya que hizo hincapié en que la emergencia humanitaria compleja que se vive en Venezuela persistirá y se profundizará, mientras que no hay acciones concretas por parte de las instituciones del Estado para subsanar las fallas y solucionar los problemas de la gente. Advierte además que después del 5 de enero, «el país estará en inestabilidad política» y eso, según su opinión, impactará en los sectores sociales y por ende una mayor proliferación de las protestas en las calles.

Luis Buttó sugiere que el venezolano, para cambiar la situación, debe seguir ejerciendo su ciudadanía y compaginar sus derechos individuales con las aspiraciones colectivas sin que una se imponga a la otra, siempre y cuando se pueda entender que en esa búsqueda del bien común se beneficie en primer lugar a los sectores que han sido excluidos. En ese sentido, dijo que el trabajo no puede ser de unos pocos, sino de la sociedad en pleno.

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