Alcohol, peleas y una lobotomía: La oscura historia de Frances Farmer, una de las primeras chicas “malas” de Hollywood

(Foto: archivo)

 

Más allá del mito, existió un mujer sumamente bella, talentosa y, sobre todo, rebelde. Frances Farmer, una actriz que tuvo todo Hollywood a sus pies y trascendió a la historia como el “ángel caído” de la industria. Vivió en carne propia una de las caídas más estrepitosas que se conocen hasta ahora.

Por infobae.com





Se dijo que fue alimentada con veneno de ratas y que terminó lobotomizada en una de las tantas entradas y salidas de psiquiátricos que vivió. Nada de eso fue cierto, pero en ella prevalece, como en tantas historias, el ejemplo de la costosa multa que se paga cuando se enfrenta al sistema.

“Niña de Seattle niega a Dios y gana un premio”: un ensayo y un boleto a Moscú

Originaria de Seattle, Frances Elena Farmer nació el 19 de septiembre de 1913. Su infancia fue relativamente sencilla, se desarrolló en el seno de una familia conformada por un abogado y una trabajadora social, Lilian Farmer, quien años después sería la causante de muchos problemas en la vida de su hija.

El primer bache para Frances se presentó cuando a los 18 años ganó un concurso por un ensayo que escribió titulado Dios muere. El escrito, basado en la obra de Friedrich Nietzsche, implicó para Frances no sólo la ganancia de un premio de 100 dólares, sino la crítica de la prensa que elevó la noticia de un ámbito escolar a un escándalo.

“Niña de Seattle niega a Dios y gana a un premio”, se leía en los titulares de aquel entonces. “Si los jóvenes de esta ciudad se van al infierno, Francis Farmer seguramente los condujo ahí”, opinaron algunos miembros de la iglesia de la ciudad en donde nació Frances, según la revista Vanity Fair.

Frances Farmer estudió drama en la Universidad de Washington, su estado natal (Foto: archivo)

 

Frances entendió entonces que la gente “podía ser muy estúpida”, según contó años después en una entrevista: “Me hizo sentir sola en el mundo. Cuanta más gente me señalaba con desprecio, más terca me ponía. Y cuando comenzaron a llamarme ‘la Chica Mala de West Seattle High’, traté de estar a la altura”, dijo.

Después de declararse abiertamente agnóstica, Frances también descubrió su verdadera pasión: la actuación. Aunque tenía más interés por hacer teatro que en convertirse en estrella de cine. Así que continuó sus estudios en arte dramático en la Universidad de Washington.

El siguiente paso en su formación fue un viaje que realizó a Moscú, en la entonces Unión Soviética, en donde pudo estudiar y ver de primera mano el Método de interpretación desarrollado por Constantin Stanislavski, pues era fanática del teatro ruso.

Sobre su postura e inclinaciones políticas se especuló mucho en la prensa después de este viaje. Para la época, Frances bien podría haber sido el anticristo: agnóstica y comunista. Sin embargo, años después, ella aclaró que no tenía interés en el comunismo, sencillamente quería conocer el teatro que tanto admiraba.

Nueva York: una oportunidad inesperada y la cima del éxito

A su regreso de Moscú, la actriz de 22 años se estableció un tiempo en la ciudad de Nueva York, en donde tuvo una oportunidad inesperada: firmó un contrato de larga duración con Paramount y tendría la fortuna de convertirse en una estrella de cine, aunque ella en realidad hubiera querido dedicarse al teatro.

El fenómeno fue instantáneo. La belleza arrebatadora de Frances y, en primer lugar, su talento como actriz, la convirtieron en un éxito en la crítica y en la taquilla. Compartió créditos con grandes figuras de la época, como “Bing” Crosby en la cinta de 1936, Rhythm on the range.

También en ese año grabó la que sería su película más conocida: Come and get it, dirigida por Howard Hawks, quien la describió como la mejor actriz con la que trabajó, a pesar de haber laborado con artistas de la talla de Katharine Hepburn o Carole Lombard.

Frances comenzó a trabajar de manera frenética y participó en alrededor de 18 películas. Sin embargo, esta cantidad de trabajo comenzó a afectarla y marcó lo que sería el inicio de su descenso a los ojos de todo el público.

La actriz pronto comenzó a hacerse de anfetaminas, que en ese entonces se comercializaban de manera común y eran recetadas por los médicos para controlar el peso de las actrices. No sería sino hasta años después que se habló de los terribles efectos de la droga: la adicción y el desarrollo de síntomas parecidos a la esquizofrenia que causaba.

En Hollywood comenzó a ganar fama por su rebeldía. No se sometía a las condiciones que imponían sobre ella y, a la par, desarrolló una dependencia del alcohol para seguir adelante con su vida.

Según ha trascendido, durante aquel tiempo sufrió una fuerte ruptura amorosa luego de que se enamorara de un hombre casado que se negó a dejar a su esposa por ella. Así, el carácter irascible, las anfetaminas, el alcohol y el corazón roto se convirtieron en la receta perfecta para un hacer a la actriz tambalear.

“¿Alguna vez te han roto el corazón?”: la pelea y el psiquiátrico

En 1942, Frances fue arrestada por incumplir una norma de tránsito y por manejar ebria, aquello le costó una sentencia de 180 días en la cárcel y una multa de 150 dólares, de la cual sólo pagó la mitad. Le dieron libertad condicional y no llegó a más, pero un año después, esa sentencia le costó más cara de lo esperado.

En enero del año siguiente se vio inmiscuida en un pleito y agredió a una peinadora durante la grabación de una película. La agresión le constó una denuncia ante la policía, quienes lo tomaron como una violación a la libertad condicional que se le otorgó luego del incidente de tránsito.

En la audiencia en la que se definiría su situación y en dónde quedaría detenida, la hermosa actriz admitió sus problemas con el alcohol: “Puse licor en mi leche, en mi café y en mi jugo de naranja”, dijo al juez. Finalmente agredió a los policías y al juez, por lo que fue expulsada del tribunal.

“¿Alguna vez te rompieron el corazón?”, gritó mientras la retiraban violentamente del lugar. Quién sabe si al juez o a los presentes. Lo cierto es que ella había sido herida y de aquel dolor se aprovechó toda la prensa, que pronto publicó las fotografías de la audiencia y del comportamiento de Frances.

Esa misma noche, de acuerdo con la revista Vanity Fair, ingresó al pabellón de psiquiatría del Hospital General de Los Ángeles bajo un diagnóstico de psicosis maniaco-depresiva. El tratamiento para su afección: terapias de electroshock combinadas con grandes cantidades de insulina inyectada que le causaban desvanecimientos.

Aunque salió meses después, los siguientes años para Frances fueron un ir y venir de instituciones mentales con tratos cada vez más deplorables, gracias a que su familia y, especialmente, a su madre, quien se esforzó porque su hija fuera declarada mentalmente inestable ante la ley. Al respecto, ella misma contó en una entrevista que ofreció en 1958:

“Mi vida era muy parecida a cualquier otra persona que ingresa a una institución pública. No tienen los medios para la atención psiquiátrica individual, solo hay determinadas camas disponibles. Me ponía en la fila con quince o veinte chicas como yo, y recibíamos inyecciones, baños de hidroterapia o un tratamiento de descarga eléctrica”, dijo en su reaparición ante las cámaras del programa This is your life.

La lobotomía: los últimos años

Después de su aparición en televisión, Frances consiguió un trabajo en un canal de televisión local, aunque posteriormente perdió aquel empleo. Dedicó los siguientes años actuar en obras universitarias, en donde gozó del éxito que tanto anheló tantos años antes.

“Con el aplauso, el público barrió el escándalo”, dijo en alguna ocasión. También se dedicó a escribir su biografía y a la pintura. Finalmente, falleció de cáncer en 1970. Tenía tan sólo 57 años, pero su leyenda apenas comenzaba.

Después de su muerte, algunas obras literarias ayudaron a que su historia fuera mundialmente conocida. Sin embargo, mucha de aquella producción era falsa y exageraba algunos elementos de su vida. Como la lobotomía y demás detalles de su estancia en los psiquiátricos.

No obstante, otros factores, como la dedicatoria de una canción de la banda Nirvana, originaria de Seattle como ella, abonaron a que la vida de Frances hoy sea recordada. Más allá del mito, se trata de una mujer incomprendida y, en muchos sentidos, víctima de la industria que tantos juguetes rotos ha dado al mundo.