Marcel Gascón Barberá: La familia Baduel y el sadismo chavista

Después de años encarcelado y sometido a una tortura permanente, ha muerto bajo custodia chavista el general Baduel. No lograron quebrarle años de incomunicación ni la detención de dos de sus hijos. Su historia habla como pocas del sadismo del chavismo.

Una de las últimas entrevistas en mi etapa de corresponsal en Caracas fue a Josnars Adolfo Baduel Oyoque, uno de los muchos hijos del general del Ejército venezolano y exministro de Defensa chavista Raúl Isaías Baduel. Era enero de 2018 y Adolfo Baduel hablaba en nombre de su padre y de su hermano Raúl Emilio, ambos encarcelados y torturados por el aparato represivo de Maduro por su radical oposición al régimen criminal que ha truncado los destinos de millones y millones de venezolanos.

Más de tres años después de aquello, cuando me siento a escribir estas líneas, Adolfo Baduel es el que está preso. Lo capturaron hace meses por su participación en la operación Gedeón, la fallida incursión marítima con que un grupo de exmilitares estadounidenses quiso liberar a Venezuela de la dictadura chavista.





Quien puede hablar ahora y denunciar las torturas que sufre su hermano preso es Raúl Emilio Baduel, que fue liberado en junio de 2018 en una de esas maniobras macabras de puertas giratorias con que Maduro renueva su población de presos para comprar algo de crédito internacional a través de su agente Zapatero.

El que ya no podrá hablar nunca es el padre de los dos heroicos hermanos, el legendario general Raúl Isaías Baduel, que tenía 66 años cuando murió el martes bajo custodia chavista después de más de una década encarcelado. Su muerte fue anunciada en Twitter, con el cinismo que caracteriza al régimen, por el verdugo en jefe de la revolución, Tarek William Saab:

 

Es posible que, por una vez, Saab diga la verdad y lamente el fallecimiento de Baduel. Es posible que el régimen para el que hace el trabajo sucio este expoeta que se presentó durante años como un defensor de los derechos humanos hubiera preferido que Baduel viviera unos cuantos años más.

Así habría podido alargar un calvario que comenzó con su detención en 2009 en base a falsos cargos de corrupción y alcanzó su punto culminante en los muchos meses que pasó en La Tumba, la moderna prisión que el régimen ha construido en las plantas subterráneas de un edificio del centro de Caracas para torturar, con crueldad sádica y clínica, a los disidentes que de verdad ponen en peligro la revolución.

Allí Baduel se pasó infinidad de semanas sin hablar con nadie o ver la luz del sol, sometido a la llamada tortura blanca, que se aplica en celdas de 2×3 de paredes completamente blancas en las que nunca se apaga la luz y el aire acondicionado mantiene las temperaturas constantemente bajas, para que el frío cale en los huesos del torturado.

El ensañamiento del chavismo con Baduel tiene varias explicaciones. En primer lugar, el general fue íntimo amigo de Chávez y uno de los hombres clave en los primeros años de revolución. Como mando del Ejército, Baduel tuvo un papel capital en la funesta restitución en el poder de Chávez tras el golpe de Estado que le había derrocado en 2002.

Baduel se apeó del tren revolucionario cuando ya era demasiado tarde. En 2007, siendo ministro de Defensa, el general se opuso a la reforma constitucional que Chávez quiso aprobar sin éxito a través de un referéndum. Se dice que sólo las advertencias de Baduel de que no toleraría un pucherazo evitaron que Chávez manipulara los resultados. La derrota supuso una humillación mayúscula para el ego desmesurado del caudillo rojo, y le forzó a seguir su voladura de la democracia en pequeños pasos, en vez de con la gran reforma avalada por las urnas que había previsto.

Chávez y sus sucesores temían la ascendencia de Baduel sobre el Ejército y jamás perdonaron al general, un católico fervoroso con inclinaciones místicas a quien su fortaleza espiritual permitió resistir sin doblegarse más allá del umbral soportable para la inmensa mayoría de los humanos.

De alguna forma, Baduel estaba condenado a morir preso. Su naturaleza le impedía ablandarse, apartarse del camino recto, y en la del régimen que ayudó a montar está aplastar al enemigo hasta que se quiebre o se muera.

Podría decirse que, para su desgracia, los hijos de Baduel han heredado la naturaleza del padre, y están condenados a sufrir por la verdad y la justicia hasta que un milagro que sólo puede venir en forma de rebelión armada libere a Venezuela de la pesadilla en que se metió ella sola.

El único consuelo que ofrece la trágica historia de los Baduel es del más elevado orden espiritual. Sólo en él puede entenderse el destino heroico de una familia que sigue denunciando sin quejarse y acepta, libre de la menor tentación de rebelarse, la cruz que Dios le ha encomendado llevar.


Este artículo fue publicado originalmente el Libertad Digital el 13 de octubre de 2021