Tráfico de animales, lo que esconden las peligrosas carreteras del oriente venezolano

Tráfico de animales, lo que esconden las peligrosas carreteras del oriente venezolano

Tráfico de animales, lo que esconden las peligrosas carreteras del oriente venezolano

 

 

 





La venta ilegal de animales silvestres es una práctica muy común en algunas zonas del estado Anzoátegui. Cuando se viaja por carretera, a la altura de Clarines y zonas adyacentes, se observan personas vendiendo aves, reptiles y hasta monos.

Corresponsalía La Patilla

Los cazadores furtivos observan, estudian y hacen seguimiento para que en un descuido a la hora de alimentarse, quitarle la vida a una mona con cría. Esta es una de las tácticas que aplican para capturar a los monitos que son comercializados ilegalmente.

En otras oportunidades, las madres son drogadas, las crías son llevadas bajo efectos de sustancias estupefacientes, sedantes y otros medicamentos prohibidos que pueden causar también la muerte de los pequeños monitos.

Quienes compran animales salvajes creen que es fácil tenerlos en sus casas, pero no saben el daño que le pueden crear a estos animales cuando se les aparta de su ambiente.

Al no saber manejarlos y desconocer sus conductas sociales naturales, los pequeños animales pueden optar por conductas agresivas, atacar a niños, a sus dueños, ser agresivos con otros animales domésticos, lo cual representa un castigo para ellos por parte de sus dueños: los dejan amarrados, los encierran en jaulas acortando su vida y generando daños irreversibles, pues una vez que se acostumbran a la domesticación es casi imposible reubicarlos en su hábitat natural.

Procedimientos abiertos

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Sobre la gestión de ejemplares de la fauna silvestre, el director estadal en Anzoátegui del Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo (Minec), Rubén Figueroa, precisó que en el periodo 2021-2022 se han efectuado más de 70 acciones relativas al tema.

El funcionario expone que, pese a las regulaciones impuestas por la normativa ambiental vigente acerca de la protección de los animales nativos, en Venezuela se enfrenta sobre todo un problema de índole cultural.

“De hecho, existen registros históricos que cuentan cómo los pueblos indígenas tenían en sus asentamientos animales silvestres. De acuerdo con escritos y expertos ambientalistas, el problema se agravó con la llegada de los europeos al Nuevo Continente, cuando las diferentes especies empezaron a ser aprovechadas y comercializadas al Viejo Mundo”.

Figueroa sostuvo que de acuerdo con las cifras manejadas por el Minec, existen “tres puntos calientes” para el tráfico de fauna en Anzoátegui: Clarines, La Ceiba y las carreteras de la zona sur de la entidad.

Añadió que para atender estas áreas, se mantienen los enlaces con cuerpos de seguridad del Estado como policías municipales, del estado y la Guardia Nacional Bolivariana, pues la compra y venta de fauna silvestre representa una infracción administrativa y un delito.

“En estas zonas hemos detectado venta de animales vivos y subproductos derivados como huevos, pieles, maracas de serpiente, cornamentas, entre otros. Pero los animales mayormente traficados son los monos, las aves de la especie de los psitácidos (loros, pericos y guacamayas) y morrocoyes”.

Cómo empieza el delito

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Los cazadores tienen claras las zonas y fechas de apareamiento y posterior nacimiento de las crías. “Cuando viene Semana Santa, uno los ve, empiezan a merodear buscando los nidos”, dice Mary Querecuto, habitante de la zona oeste de Anzoátegui, sitio donde es recurrente este tipo de delitos.

Son sigilosos, actúan de noche o al atardecer, esperan el momento de la alimentación para atacar y vaciar los nidos de las aves. A veces recurren a pequeñas fogatas que generan humo para que los padres abandonen a sus crías momentáneamente y así agarrar a los pichones. Algunos mueren durante esta práctica de extracción.

Las tortugas conocidas como jicoteas, morrocoy, entre otros nombres, también son objeto de caza furtiva durante esta época. Los nidos son saqueados sin importar el tamaño. Los animales son objeto de caza para ser consumido en platos tradicionales como el cuajado de morrocoy y también para ritos religiosos, llevando algunas de estas especies al límite de su extinción.

“Las tortugas se venden a veces por las carreteras, y también los huevos, se los llevan para comer o tenerlas de mascotas, pero siempre cerca de Semana Santa. También las iguanas, venden la carne y los huevos, pues algunas personas se las comen, porque dicen que son buenas, no sé”, asegura Querecuto.

Si los sueltan, mueren

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Estos animales silvestres, en sus primeros meses de vida, pudieran adaptarse a la domesticación, si son tratados como mascotas, pero al crecer, en muchos casos, son abandonados por sus dueños.

El problema es que al no haberse criado en sus ambientes naturales, no desarrollan los instintos de supervivencia necesarios para resistir en libertad.

Según los ambientalistas, las especies más traficadas en Venezuela son las aves: loros, guacamayas, turpiales y cardenales. Luego están los mamíferos como los monos y, en tercer lugar, los reptiles, entre los cuales las serpientes tragavenado son las predilectas. Como todos tienen la particularidad de poder tenerse en los hogares como mascotas, son susceptibles de ser comercializadas.

Susto en Lechería

El pasado 22 de septiembre, en la avenida principal de Lechería, una serpiente tragavenado paralizó el tráfico de la ciudad al deslizarse libremente por la vía. La culebra fue devuelta a su hábitat natural en el ecosistema del Cerro Venezuela de la ciudad, corriendo con buena suerte.

El 27 de septiembre, Mauricio Millán, quien además es experto en herpetología, fue al rescate de una boa constrictor. Esta vez, no se trataba de practicar una extracción segura, pues la persona al verlo llegar le dijo que se trataba de una venta.

Millán aprovechó la ocasión para informarle al vendedor que estaba cometiendo un delito y que podría ir a la cárcel por ello y así convenció a la persona de entregar al animal de forma voluntaria y le confesó que la había encontrado reptando por la calle en horas de la tarde.

Millán reportó el caso al Ministerio de Ambiente, pero mientras lo hacía notó algo extraño en la boca del animal. “Me pareció que estaba herida en la boca, porque no la estaba cerrando bien”.

El vendedor furtivo le había extraído todos los dientes a la culebra. “Le quitaron los dientes. Me parece que la extracción se la hicieron unos pocos días atrás, por el estado de cicatrización que presentaba”, aseguró Millán.

Afortunadamente, las serpientes están diseñadas biológicamente para reponer constantemente sus dientes. Siendo una boa constrictor, a las dentaduras de estas serpientes se les denomina aglifas, propias de las boas y pitones, son dientes sólidos, curvos hacia atrás, que ayudan a movilizar los alimentos hacia la tráquea.

El espécimen fue devuelto a su hábitat natural luego de su recuperación. Otros no corren con la misma suerte y por eso los animalistas aseguran que “quien compra un animal silvestre, compra su muerte y contribuye con la destrucción de la fauna silvestre”.

El director del Minec adujo que la mejor manera de proteger a nuestros animales es evitar participar en la comercialización. “Si nadie compra, nadie vende y de esta manera estaríamos protegiendo no solo a nuestras especies, sino también sus hábitats”.

El funcionario también indicó que desde su institución se promueven operativos anuales en los mercados municipales del estado donde por temas esotéricos o mágico-religiosos se llegan a decomisar especímenes vivos, muertos y derivados. También en los mercados se ha detectado la venta de carnes y huevos para el consumo.

Figueroa aprovechó para recomendar a la ciudadanía realizar las denuncias de estos casos a través de la línea telefónica 0800-Ambiente (0800-2624368) o mediante las redes sociales nacionales o estadales del Ministerio de Ecosocialismo.

“Todos los seres vivos cumplen una función biológica para el mantenimiento de nuestro planeta. Esperamos que sigan sumándose voluntades para combatir este flagelo que atenta contra nuestra fauna, nuestros ecosistemas y nuestro propio bienestar”.