De correr en forma clandestina a la gloria oficial: la pionera olvidada del maratón de Boston

De correr en forma clandestina a la gloria oficial: la pionera olvidada del maratón de Boston

Roberta Gibb fue la primera mujer en correr el legendario maratón de Boston en 1966, pero no pudo anotarse en la lista oficial por ser mujer

 

La historia de las mujeres y el maratón está llena de injusticias, postergaciones, anécdotas absurdas y finalmente victorias. Triunfos contundentes que marcaron el camino y permitieron que el mundo de las carreras profesionales y amateurs cambiaran de forma definitiva. La mayoría de las pioneras del maratón pasaron al olvido o hay poco registro de ellas, justamente porque no podían anotarse oficialmente en las carreras más importantes.

Por Infobae

Entre todas ellas hay una que logró que su nombre sea recordado, pero quedó a la vez opacada por una historia mayor. Esa corredora es Roberta Gibb, más conocida como Bobbi Gibb, la primera mujer en correr el legendario maratón de Boston en 1966.

Bobbi siempre amó correr, lo hacía en una época donde todavía era algo raro. En los 60, ver a una mujer de veinte años corriendo kilómetros no era algo tan común como lo es hoy. No había muchos corredores de fondo en la década del sesenta y todavía menos mujeres que realizaran esa práctica. En ese ambiente fue que Bobbi Gibb fue desarrollando su pasión por correr.

No era una conocedora de los maratones y no tenía una idea muy clara de lo que era un maratón realmente. Cuando un amigo de estudios le contó del maratón de Boston se sintió automáticamente interesada. Entonces, decidió ir con su padre en 1964 a ver el maratón en Boston y su vida cambió a partir de ese día. Tan enamorada quedó del evento que no percibió algo fundamental para su futuro: no había mujeres en la carrera. El siguiente verano hizo un larguísimo viaje en carretera con sus padres donde sumó kilómetros de entrenamiento. La decisión estaba tomada, entrenaría para llegar a Boston.

El camino para llegar fue completamente intuitivo y lleno de aprendizajes por las malas. Se dobló un tobillo y no pudo sentirse bien para 1965, luego en otra semana creyó conveniente correr 64 Km y al otro día 40 Km más. Terminó con fuertes dolores de rodilla, pero aprendió la lección al mismo tiempo que se dio cuenta que podía cubrir los 42 Km 195 mts de un maratón como cualquier otro maratonista. Feliz por su progreso, le escribió a la Asociación Atlética de Boston, organizadores del maratón de esa ciudad. Quedó estupefacta cuando recibió una respuesta negativa, diciéndole que no estaba permitido para las mujeres correr esa distancia.

Incluso la carta explicaba que no podían correr ninguna distancia competitiva mayor a una milla y media. Bobbi Gibb pasó del deseo de correr Boston a sentir la obligación moral de hacerlo.

Para el año 1966 ella vivía en San Diego, California. Literalmente en la otra punta del país. Eso no la detendría, por supuesto. Desde su casa hasta la de sus padres en Winchester, Massachusetts, Bobbi Gibb realizó un viaje de tres días y cuatro noches, llegó a la mañana a la ciudad donde la esperaban sus parientes. No se trató de un viaje cómodo, claro está, y tampoco la comida pudo ser todo lo cuidada que un maratonista querría. Entre su llegada y la largada del maratón solo había diecisiete horas. Era solo descansar, estirar las piernas y prepararse para un plan que en sí mismo era ya bastante estresante.

Llegó a la largada y se escondió detrás de los arbustos. En aquella época los corredores eran muchos menos que ahora y todo el evento era más relajado en muchos aspectos. Espero que dieran la largada y dejó salir a todos. Luego empezó a correr, sintiéndose inmediatamente liberada y feliz de poder estar allí. No corrí mal, por lo cual fue pasando corredores hasta quedar en un grupo de su ritmo.

Pronto sus compañeros de carrera descubrieron que había una chica con ellos. Bobbi sintió que volvía a la realidad, estaba corriendo sin autorización. Pero lejos de recibir un reproche, todos la alentaron. Le dijeron que lo iba a lograr y que no se preocupara, que no iban a permitir que nadie la saque de la carrera. Pronto los periodistas que cubrían el evento hicieron correr la voz.

Cuando iba llegando a uno de los momentos claves de la carrera, la bajada junto al campus del Wellesley College, sintió un cúmulo de gritos a la distancia. El generalmente alborotado aliento de las alumnas se multiplicó al pasar Bobbi, también se habían enterado de su presencia. Pasaban los kilómetros y el sueño comenzaba a cumplirse. Llegó a la meta entre aplausos con la clásica multitud que esperaba a todos los corredores. Sufrió, como todos, los momentos más duros del maratón, porque Boston es particularmente difícil, en particular para los novatos. Dolorida y agotada, llegó antes que dos tercios del total de corredores, incluso tardó menos de la mitad de lo que muchos tardaron en completar la distancia.

Al llegar fue recibida por el alcalde de la ciudad, que le dio la mano y la felicitó, sin preocuparse por el hecho de que fuera una mujer la que había completado la prueba. Los fotógrafos enloquecieron, todos se preguntaban si era oficial y, sobre todo, quién era la corredora desconocida que tenían delante de ellos. Al otro día los diarios pusieron que por primera vez una mujer había corrido el maratón de Boston. Las notas no eran todas respetuosas, pero daban cuenta del evento.

La Asociación Atlética de Boston emitió un comunicado diciendo que no había participado ninguna mujer, que a lo sumo había usado parte del recorrido. Atletas que corrieron con ella declararon que Bobbi Gibb había hecho todo el trayecto.

Su marca fue de 3:21:40 y en aquel momento fue el récord mundial de maratón femenino. En 1967 volvió a correr Boston y lo mismo en 1968. Las tres veces fue primera entre las mujeres, aunque todavía no tenían permitido correr, por lo que todo extraoficial.

En 1967 Kathrine Switzer hizo historia porque corrió Boston con un número oficial y anotada, pero ocultando su nombre de mujer al poner solo las iniciales. El intento de expulsarla del recorrido daría tres fotos que cambiarían la historia de las mujeres y el maratón. Aunque fue la primera en tener clasificación oficial, no fue más rápida que Bobbi Gibb. La timidez de Bobbi hizo que tal vez fuera menos mediática para aprovechar su logro o tal vez no le interesó tanto. Ambas fueron piezas claves para derribar prejuicios.

Luego de tres victorias no oficiales, Bobbi Gibb se dedicó a los estudios. Fue una estudiante brillante, estudió derecho y ciencia, ha escrito diferentes libros y ha dado clases, pero además desarrolló un interés por el arte que la llevó a la escultura, llegando a diseñar un premio para las primeras maratonistas que participaron en los Juegos Olímpicos con maratón femenino.

Volvió a correr Boston tres veces más, años más tarde, completando la carrera seis veces. En el año 1972 el maratón de Boston oficializó la entrada de las mujeres en la carrera. En 1996 la competencia tuvo su edición número 100 y se cumplieron treinta años de la victoria de Bobbi. En ese momento se hizo una ceremonia donde las ganadoras previas a 1972 recibieron su medalla y fueron incorporadas al registro histórico de la competencia. Hoy, oficialmente, Roberta Bobbi Gibb aparece como la ganadora de las primeras tres ediciones de Boston donde compitieron mujeres.

En 2016 publicó una autobiografía llamada Run in the Fire, donde narra toda la historia de su vida y en particular su trayectoria como maratonista. También en ese año se publicó el libro First Ladies of Running, de Amby Burfoot, donde da cuenta de todas las grandes pioneras que cambiaron la historia, incluida, por supuesto, Bobbi. Ambos libros son un punto de partida para tomar dimensión de lo que significó el camino realizado.

La propia Gibb recuerda como fue aquella premiación de 1996: “Fue un día maravilloso. Nunca tuve un día mejor en mi vida. No tengo el más mínimo enojo con el pasado. Hice mi parte y ahora millones de mujeres corren maratones. Es exactamente lo que yo esperaba.”

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