“Éramos una bomba de tiempo”: El largo y tortuoso camino hacia un trasplante en Venezuela

“Éramos una bomba de tiempo”: El largo y tortuoso camino hacia un trasplante en Venezuela

carrera contra el tiempo
Cortesía

 

“Debes acudir a hemodiálisis”, aquel diagnóstico desolador dejó en shock a Yahizu Wuer, una joven de 23 años, estudiante del sexto semestre de psicología en la Universidad Central de Venezuela. Esta enfermedad renal repentina llegó sin avisar y fue la continuidad de una dura lucha contra el tiempo para lograr su cura.

La pesadilla y angustia de esta chica oriunda de Puerto Ordaz comenzó desde que apenas era una adolescente, pues anteriormente, tuvo que lidiar con otro padecimiento que consumía sus órganos y tejidos de forma silenciosa: Sus médicos concluyeron que tenía Lupus. Esta increíble guerrera experimentó los momentos más amargos que nunca imaginó y sobrevivió para contarlo.





Por: Elizabeth Gutiérrez y Luis Eduardo Martínez | lapatilla.com

“No era algo que me impedía seguir con mi adolescencia y seguir creciendo, más allá de tomarme un medicamento de por vida”, acotó.

Una nefritis a los 16 años le auguraba un pronóstico nada alentador para sus riñones, pero la esperanza era que se mantendría estable hasta una edad avanzada. Sin embargo, al llegar la pandemia, confundió los síntomas de un edema pulmonar agudo producto de un colapso hipertensivo con covid y la enfermedad renal se aceleró de la noche a la mañana ameritando urgentemente tratamiento por hemodiálisis.

“Para mí eso fue la muerte”.

Yahizu pensó que le habían arrebatado su vida en un instante. El desconocimiento se transformó en miedo y sintió que había perdido el control. Tenía estudios, amigos, novio y una vida por delante, y tampoco quería atar el tiempo de su familia a ella.

“Muchas partes de mi murieron, yo no puedo volver a ser la misma que fui en ese momento o la que fui antes, siento que eso marcó un antes y un después”, recordó.

Y nada de eso cambió en los primeros días del diagnóstico. El temor se acrecentó cuando descubrió la situación que enfrentaban los centros de diálisis en Ciudad Guayana. Solo una unidad habilitada, para decenas de pacientes y sin poder conseguir un cupo.

Una bomba de tiempo

Yahizu, con dolor, rememoró lo duro que fue el primer mes, enfrentando una infección fuerte que le produjo fiebre, escalofríos. Aunado a los comentarios de las enfermeras que resultaron ser aún más devastadores.

“Me acuerdo que una de las cosas que me dijo la enfermera fue que nosotros éramos una bomba de tiempo, que teníamos que estar pendiente de cada detalle porque en cualquier momento nuestro mismo cuerpo nos iba a jugar una broma e íbamos a fallecer”, expresó.

Durante un año y ocho meses se sometió a diálisis. En esta trayectoria, sufrió la pérdida de una amiga y ese instante, la marcó y a su vez, la impulsó a no rendirse. “Su nombre era Joselia, murió mientras estábamos en la silla. Pedía mi ayuda y no supe qué hacer. Su fallecimiento fue un detonante para acelerar el proceso, ella era la que más me motivaba a conseguir el trasplante, porque para ella yo era muchísimas cosas menos una persona enferma. Las diálisis no fueron lo mismo sin ella, era como mi salvavidas”.

Desde ese momento, Yahizu tuvo que apropiarse de sus emociones y decidió que era el momento de actuar por su cuenta y envalentonarse a buscar una solución. Empezó una campaña informativa para poder exponer su caso, y dar con la ayuda necesaria con el fin de dejar de depender de una máquina. Es así, como con el apoyo de amigos y familiares consiguió el contacto también de una estudiante de la UCV que estaría en proceso para donarle un riñón a su hermano.

“El que ella me dijera que iba a donar, me sorprendió muchísimo porque hasta ese momento yo tenía entendido que no era posible en Venezuela, o sea que no era posible trasplantarse estando aquí y bueno hablando con ella descubrí que sí, pero que debía tener un donante vivo y ese fue el primer flechazo de esperanza. Ese día corrí por toda la casa gritando, le decía ‘¡Mamá! ¡Mamá! conocí a alguien que va a donar, alguien que van a trasplantar’ y me respondía ‘¿si?, ¿aquí?, ¿no será en otro país?’. Y yo ‘no, no, no ¡Es aquí!'”, contó.

Entonces, la ilusión se apoderó de ella y el sueño de tener otra oportunidad de vida se acercaba a la realidad.

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Su hermana, su heroína

“No busquen más, soy yo”. Sin tiempo para pensar, su hermana Yahilin, la pequeña de la familia Wuer, se ofreció para ser su rayo de luz. A pesar de que para entonces era menor de edad, estaba próxima a cumplir los 18 e insistía en que debía de ser ella la donante para Yahizu.

“Ella misma empezó a investigar y a informarnos a todos, creo que ella nos educó en la casa para aceptarla”, relató.

La actitud tan dispuesta de Yahilin contribuyó a que terminaran decidiendo que sería la donante, luego de descartar a otros familiares, y las evaluaciones médicas lo reafirmaron.

“Era como mi única prospecto, era compatible en todos los sentidos y estaba sana completamente. Entonces, era la opción”.

Un largo trayecto

La aventura de Yahizu comenzó viajando más de 650 kilómetros por carretera desde Puerto Ordaz a Caracas para evaluarse en consulta con el especialista en trasplantes. Allí, el doctor observó la tenacidad de las dos jóvenes para proceder con la intervención al menor tiempo posible.

“Creo que vio la disposición de nosotras de aventurarnos en este proceso que era bastante complejo, bastante complicado. En ese momento yo no lo sabía pero a medida que nos sumergimos, nos fuimos dando cuenta de la complejidad de todo esto del trasplante”, explicó.

Al ser del interior y un viaje tan largo, no podía descuidar su tratamiento de diálisis. Su logística pasaba por ajustar horarios de traslados y turnos de los especialistas para poder atenderla quienes no dudaron en brindarle las comodidades para avanzar hacia su objetivo.

“Cada viaje que yo hacía para Caracas era un viaje en donde estaba consciente que me tenía que recuperar porque era una semana en donde yo me sentía muy mal, me intoxicaba. Era un viaje donde yo comía lo mínimo para no descompensarme pero todo pensando en hacer el sacrificio para lograr la meta”.

Y el esfuerzo rindió fruto. Yahizu consiguió la anhelada fecha.

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Una complicación más

Aparentemente, todo marchaba bien. Tenían la fecha pautada para concretar el trasplante, solo que días previos a la intervención, el Lupus volvió a arrebatarle la tranquilidad tras activarse nuevamente. “Me vine con mi hermana a hospitalizarnos, la idea era transcurrir las dos semanas de cuarentena antes de la operación. Sin embargo, había traído mi examen de Lupus inactivo y estando hospitalizada pues descubren que el Lupus se activó. Pensé ‘nada, pierdo mi oportunidad de trasplantarme este año, no voy a poder’. No obstante, el equipo médico buscó apoyo en la parte de inmunología e hicieron todo un plan para que pudiera quedarme y cumplir un tratamiento para el posterior trasplante”, aseveró.

Idearon inducirla como hacen con todos los trasplantados, aunque con un tiempo mayor de antelación para realizar el tratamiento con esteroides que necesitaba. En el difícil proceso, tanto física como emocionalmente, su cuerpo colapsó más de una vez. Aún así, asumió los riesgos por el anhelo que tenía. “En el tratamiento me llegué a descompensar bastante porque venía de un régimen de tres horas de diálisis y acá llego y me dializan cuatro horas. Mis hormonas se descontrolaban terriblemente”.

Por su mente se paseaban mil angustias por minuto. A pesar de ello, aguardaba con esperanza. “Conocer tantas historias y personas que se esforzaron igual que yo, todas a su manera y medidas, gente de Barinas, Táchira, San Cristóbal, de Trujillo, de Cumaná. En ese grupo había personas que sembraban arroz, que cultivaban fresas, señoras que les donaban a sus hijos, esposos, hermanos, primos; y todos sentir que eran casos tan distintos, pero convergíamos en el mismo punto, el deseo de trasplantarnos”.

Luego de saber que el Lupus se encontraba activo, su hermana y compañera incondicional tuvo la opción de volver a casa mientras culminaba el tratamiento. Pero se negó a dejarla sin cumplir el objetivo: completar su donación. “Sentí como si ella me hubiese vuelto a salvar, porque sola, no sé cómo me habría reaccionado (…) Nos acompañaba el mismo sentir, la misma angustia de sí, no, ¿será posible?”, detalló.

En las manos de Dios

En la mañana de la intervención, aún cuando los nervios acechaban sin parar, el buen humor y la actitud positiva de estas valientes hermanas se mantenía presente. “Cuando se llevaron a mi hermana, yo estaba recibiendo el antibiótico que ponen antes de la operación y no me pude parar a verla. Cuando la subieron en la silla de ruedas sentí muchas cosas. Primero, la necesidad de protegerla porque es la menor y segundo, era como un enorme agradecimiento (…) le pedí que se acercara y me diera un abrazo, me lo dio y dijo: ‘ay, no te pongas cursi porque vamos a llorar hoy no quiero llorar’. Salió, me quedé abajo y traté de distraer mi mente para no pensar que mi hermana menor estaba en el quirófano”.

A las tres horas, era su turno de ingresar y un nuevo obstáculo los puso a todos a correr. “Descubrieron que les faltaba una placa para ver cómo estaba la vía central porque me la habían puesto tarde. Sin embargo, yo tenía la mente en resolver rápido, en ningún momento pensé ‘ay, voy a subir a quirófano'”. Una vez que lograron solventar la situación, preguntó por su hermana y constató que estaba bien y que se acercaba lo que tanto esperó. No escatimó para rogar: “Dios, tranquilízame. Estoy en tus manos”.

 

Afortunadamente, el riñón de su hermana estaba en las mejores condiciones, listo para ocupar un nuevo lugar en su cuerpo. Después de tanto tiempo, la operación de ambas resultó un éxito. Según mencionó, ese fue el mejor día de su vida. “Cuando desperté los doctores estaban a mi lado y lo primero que preguntaron es que si estaba contenta, que si sentía la diferencia le dije: ‘si’ y estaba feliz. No podía dejar de sonreír a pesar del terrible dolor, pero era el día más feliz de mi vida”.

Yahizu no tardó en sentirse con mayor vitalidad. El gusto por la comida volvió, la capacidad de tomar grandes cantidades de agua, y la tranquilidad de saber que todo marchaba bien.

“Cuando te dicen que tú vuelves a nacer es en muchos sentidos, porque tienes que aprender a hacer muchas cosas de nuevo y no importa si pasaste solo un mes en diálisis, hay cosas que tienes que volverlas a readaptar a tu vida”.

El regalo soñado

Su hermana le regaló a “Chinita” -el nombre que le pusieron al “riñoncito”, como cariñosamente destacó-, pero sabría darle las gracias con una sorpresa.

Antes de la intervención, Yahizu le prometió a su hermana ir al concierto de Lasso, pero debido al tiempo de estadía, los planes se vieron frustrados. Por tal manera, redactó un tuit destacando el gesto bondadoso de su hermana con la finalidad de que se hiciera viral y pudiera llegar a los oídos indicados. No fue necesario tanto.

“En menos de 20 minutos Lasso me responde el hilo de Twitter y me dice que nos invita a las dos y que vamos a celebrar la heroicidad de mi hermana”.

De inmediato, el equipo del cantante la contactó y les brindó todas las atenciones para que Yahilin, quien se encontraba en recuperación, no solo disfrutara del concierto sino que también conociera a su ídolo que insistía en verla.

“Lasso se portó muy bien con ella, fue súper amable, estaba súper impresionado con el gesto que ella había hecho, me hicieron un video y bueno le entregaron las entradas”, acotó.

 

Así, Yahilin pudo disfrutar el concierto en un lugar especial: en pleno escenario.

A tiempo para vivir

Pasar por esta enfermedad representó para Yahizu una nueva oportunidad de aportar cambios a su estilo de vida con más precauciones. Su mensaje: No perder la esperanza y la fe en Dios: “Si es posible y es la alternativa para poder seguir con una mejor calidad de vida y con la mayor libertad posible, libertad siempre y cuando haya cuidado. Es un proceso que es sumamente complicado aquí en Venezuela y en donde sea, porque nadie te prepara para algo como esto, pero de que es posible, es posible”, puntualizó.