La historia del Rincón del Vago, la web que nació cinco meses antes que Google y amenazó la formalidad del sistema educativo

La historia del Rincón del Vago, la web que nació cinco meses antes que Google y amenazó la formalidad del sistema educativo

Miguel Ángel Rodero y Javier Castellanos con un cuadro del icónico buitre del Rincón del Vago, en las oficinas de la empresa. La fundaron en 1998 y se desvincularon en 2016

 

“Características que identifican a un Marero: la vestimenta, tatuajes, cortes de pelo extravagantes”, tuiteó el 2 de septiembre de 2006 el por entonces Secretario de Seguridad Interior de la Nación, Gerardo Milman. “Lenguaje críptico, que es una mezcla del idioma español con inglés. Rayar paredes. Siempre caminan en grupo”, fue el segundo tuit. “Consumen drogas, hacen señales de mano”, fue el tercero de un hilo en el que el funcionario procuraba retratar la fisonomía y enseñar la categorización de las maras, la asociación delictiva común en países centroamericanos que, según el gobierno, había plantado raíz en Argentina.

Por infobae.com





El conjuez federal Diego Estévez fue destituido el 28 de diciembre de 2006 de la causa en la que investigaba la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero. La voladura del arsenal que pertenecía a las Fabricaciones Militares Sociedad del Estado había sacudido las entrañas de la ciudad cordobesa la mañana del 3 de noviembre de 1995 con un saldo trágico: siete personas murieron y otras 300 resultaron heridas. El juez juzgó por falso testimonio a tres testigos cuando carecía de competencia procesal, sobreseyó a seis militares procesados y dictaminó que el estallido fue obra de un mero accidente.

El senador por el Partido Conservador colombiano, Juan Diego Gómez, le pidió el 5 de noviembre de 2014 al cuerpo legislativo archivar el proyecto de ley que había presentado la semana anterior: una iniciativa que pretendía concebir un código ético y un régimen disciplinario para los funcionarios de la carrera diplomática. La directora general de Educación Concertada, Becas y Ayudas al estudio de la Comunidad de Madrid, Concepción Canoyra, dimitió a su cargo el 3 de octubre de 2019, dos meses después de haber asumido. Santiago Cafiero, en su rol de jefe de gabinete de ministros, ironizó el 14 de septiembre de 2020 sobre una carta publicada días antes por el ex presidente Mauricio Macri y apeló al mismo chiste el 11 de marzo de 2021.

Gerardo Milman fue flanco de burlas. Para desactivar el hostigamiento, reconoció que había obtenido la información sobre “las características” identitarias de los maras en el Rincón del Vago. Diego Estévez fue separado del sensible expediente de Río Tercero -el siniestro que encubrió el contrabando de armas y persiguió al ex presidente Carlos Menem hasta su muerte- por irregularidades de oficio en el tratamiento de dos causas conexas y luego de haber admitido basar su fallo en monografías extraídas del Rincón del Vago.

El trabajo sobre las maras que el hoy diputado nacional por Juntos por el Cambio publicó en su cuenta de Twitter

 

Juan Diego Gómez fue descubierto por Mauricio García Villegas, un profesor del Instituto de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional, quien escribió en el diario El Espectador que uno de sus colegas había reparado que 11 de las 18 páginas del proyecto de ley del senador se repetían en un documento publicado por estudiantes. “De manera indebida se utilizaron textos tomados de la página el Rincón del Vago sin que se hayan aplicado los filtros de rigor establecidos por mi despacho y de obligada ejecución por mi equipo de colaboradores”, aceptó.

Concepción Canoyra renunció a su puesto “para dar el ejemplo”. Fue una respuesta inmediata a la investigación del diario ABC en el que remiten que la funcionaria reprodujo informes de asociaciones empresariales y de páginas web para elaborar su tesis en la Universidad Camilo José Cela. En la página 95, en un apartado en el que aborda la adolescencia, plagia el extracto de un trabajo de psicología colgado en el Rincón del Vago que se titula “Época de inmadurez en busca de la madurez”.

Dura crítica de Santiago Cafiero a Mauricio Macri: “La carta parece bajada de una monografía del ‘Rincón del Vago’”, fue el título de Infobae del 14 de septiembre de 2020 que aborda la polarización del debate en tiempos de cuarentena consolidada y una pandemia apremiante, entre el por entonces jefe de gabinete del gobierno de Alberto Fernández y el ex mandatario. Meses después, cuando Macri anunció la publicación de su libro Primer Tiempo, Cafiero repitió el gag valiéndose de la literalidad del nombre: “Ya debe estar para descargar en el Rincón del Vago”. Las declaraciones conquistaron la agenda pública.

Rincón del Vago figura en un programa de literatura del tercer año del Ciclo Básico Tecnológico del sistema educativo uruguayo, aprobado el 5 de febrero de 2009. En febrero de 2023, dos semanas después del comienzo del ciclo lectivo, el programa fue relanzado: en las páginas 31, 32 y 33 se distribuyen 99 recursos web de interés educativo. Rincón del Vago es uno de los 28 enlaces que aún funcionan. La inclusión y la permanencia del sitio desató una polémica en ciernes. El presidente del Consejo Directivo Central, Robert Silva, sostuvo que la lista era un aporte para que los docentes sepan de su existencia. Para Álvaro Revello, presidente de la Asociación de Profesores de Literatura del Uruguay, “es una falta de respeto”.

Para Javier Castellanos es, en vez, su primer hijo. Ya tiene otros dos. Para Miguel Ángel Rodero también fue su primerizo. Ya tiene otros cuatro. “Es una sonrisa en la cara cuando lo recuerdas, es nuestra aventura empresarial, los mejores años de nuestra vida y la palanca que hizo cambiar por completo nuestro mundo a nivel laboral y personal”, describe Javier, 25 años después de aquel 21 de febrero de 1998, el primer día online del Rincón del Vago.

Google nació el 27 de septiembre de 1998 -la compañía como tal fue fundada 23 días antes y el dominio se había registrado el 15 de septiembre de 1997-. Wikipedia nació el 15 de enero de 2001. El Rincón del Vago los precede. Sus fundadores se conocen desde los cinco años: nacieron en 1974, compartieron el mismo colegio de Salamanca -una ciudad anclada al este de la capital española-, el mismo año lectivo, pero no así el curso. Su relación se estrechó cuando, a los 16 años, debieron organizar juntos el viaje de egresados del bachillerato, cada uno como representante de su clase.

Dejaron de ser compañeros para ser amigos unidos con propósitos semejantes: sus proyecciones y visiones formativas coincidían. Estudiaron ciencias empresariales en la Universidad de Salamanca y después ingeniería informática en la Universidad Pontificia. “Lo que tenemos en común es la tecnología y los negocios. Si no hubiera sido ésto hubiese sido otra cosa, digamos que somos emprendedores por convencimiento, organizando viajes y fiestas en la universidad”, relata Javier.

Mientras cursaban ciencias empresariales descubrieron que la informática era un área vasta, inexplorada, fértil. Los dos tenían una computadora de comienzos de los noventa: ordenador 386 o un procesador 486 con discos duros discretos. Habían tenido computadores de los ochenta: MSX y Spectrum. “Llevábamos jugando a juegos en PC hace muchos años. Veíamos las utilidades y las aplicaciones. Habíamos crecido con los primeros ordenadores personales y queríamos más. Después de estudiar empresariales veíamos más claro que para cualquier empresa la informática no era una opción, sino una obligación”, consigna.

Miguel Ángel había cumplido el servicio militar en un cuartel dónde había un módem. Víctor tenía un tío que trabajaba en la Universidad y le había enseñado la nueva acepción de “navegar”. “La página surge por necesidad y por querer probar algo que era incipìente entonces en España: internet”, dice. Habían conocido las tres “w” por separado. Pero juntos identificaron que estaban frente a una invención que alteraría los cimientos del mundo. “Pocas veces hemos tenido esa sensación. Tal vez ahora con el Chat GPT”, razona Javier.

Incursionaron en el universo online. Se sumergieron en las profundidades de la web. Se dedicaron a entender la naturaleza de la virtualidad. Entraban con asiduidad a un chat en el que se comunicaban diferentes proveedores de servicios de internet para estudiar funciones, dominios. La vorágine los atravesaba y los entusiasmaba. Hasta que en la Universidad Pontificia les encargaron un trabajo sobre religión. Podían elegir temáticas como aborto o autanasia. Nada los aburría más. Habían estudiado trece años en un colegio católigo. “Estábamos en informática y nos apetecía emplear el tiempo en otras cosas. ¿Por qué no hacemos una web para que alguien nos envíe un trabajo hecho sobre eso y nosotros ponemos otros que ya tenemos hechos de nuestra anterior carrera? Así surgió la idea de la página”, narra.

En la Plaza Mayor de Salamanca, sitio neurálgico de la vida, la angustia y el desdén estudiantil, Javier y Miguel Ángel cranearon las insignias de su proyecto. Javier ideó la médula de la web: una plataforma de apuntes y trabajos al servicio de los estudiantes. Miguel Ángel la bautizó con la picardía de dos estudiantes en rebeldía: “El Rincón del Vago”. No hubo que debatirlo. Ni el nombre ni el logo: “Elegimos un buitre porque en aquella época en el argot estudiantil el verbo buitrear existía cuando tú te aprovechabas del trabajo de otro y le ‘buitreabas’ los apuntes. Nos pareció una mascota muy adecuada”, dice, antes de soltar una risa cómplice.

Hacia finales de siglo, Javier costeaba un servicio en Arrakis, un proveedor de internet. El pago incluía megas de espacio personal para colgar una página web. La primera versión del Rincón del Vago la crearon con el editor de Netscape: “Era poco más que una homepage con unas tablas con trabajos catalogados por asignaturas”. Una portada que remite a los albores de internet, abono para los nostálgicos de los 2000: publicidades de los primeros teléfonos celulares, descargas de wallpapers, servicios de “banda ancha”, hipervínculos a páginas de humor.

Los dos primeros días habremos tenido seis visitas. Lo sabíamos por un contador que teníamos en la página, también muy famoso en los años noventa. Nos llamábamos por teléfono para ver cuántas veces habíamos entrado cada uno y hacíamos la resta para saber cuánta gente había entrado”, repasa uno de los cofundadores. Había que fomentar la idea, difundirla, acercarla, explicarla. Eran tiempos de distribución vehemente, desatada. Javier se detiene en esos comienzos y ensaya un mea culpa en perspectiva: “Nos dedicamos a lo que años después se bautizó como SPAM. Les escribíamos a todos los conocidos, escribíamos en chats, en foros, poníamos nuestra web como página de inicio en las bibliotecas de la Universidad”. Todo valía en el plan de darse a conocer.

El Rincón del Vago nació -el 21 de febrero de 1998- con la premisa de intercambiar trabajos, textos y apuntes entre estudiantes. El bautismo lo realizaron los propios fundadores: fueron los primeros en ofrecer sus tareas universitarias; los primeros trabajos colgados en la web eran monografías de su carrera de ciencias empresariales. Historia de la economía o un estudio sobre el esquema de negocios de El Corte Inglés, una popular tienda española. La primera tanda de documentos cargados en la página contenía seis trabajos.“En aquella época no había muchos apuntes o trabajos de ciencias porque hacer fórmulas con un procesador de texto de entonces no era tan fácil. Principalmente nos mandaban trabajos de historia, economía, derecho o biología”, recuerda Javier.

La página fue entrometiéndose en el metié estudiantil. El lento y progresivo proceso de difusión se sostuvo en la mejor propaganda de todas: el boca a boca. Habían sembrado una comunidad interactiva. En la web había carteles de promoción disponibles para promover el intercambio: los usuarios los descargaban, los imprimían y los pegaban en la facultad. Era, también, un impulso tímido de insurrección, un acto de rebeldía sin víctimas ni victimarios. “La gente la recibió con risas o escepticismo”: los estudiantes, con entusiasmo; mientras que los profesores y los directores, los ignoraban. Internet era un mounstruo.

Víctor sabe que el rebote más trascendente de su proyecto lo experimentó en su casa. “La reacción de nuestros padres nos ha servido, ahora que somos padres de chavales de casi 20 años, como por entonces lo éramos nosotros: se limitaron a observar. Era un mundo que no comprendían y fueron muy respetuosos. Si al principio nos lo hubieran prohibido o nos hubieran reñido para que no perdiéramos el tiempo y nos pusiéramos a trabajar en algo ‘para toda la vida’ quizá lo hubiéramos dejado pero supieron apoyarnos y entender que si los dos creíamos en eso por algo sería”.

Pueden presumir de haber capturado una visión acertada, de haber consagrado su epifanía. Su visualización fue premiada por su oportunismo. Se habían subido a la ola de las puntocom en el momento exacto. Parieron una idea original y le atribuyeron un nombre pegadizo. Las noticias hablaban de las maravillas del ciberespacio y en esa búsqueda periodística los encontraron. “El Rincón del Vago no es sólo una página web, también es una filosofía de vida”, es el título de un artículo publicado en Tribuna Universitaria, donde destacan a “Miguel Ángel Rodero y Javier Castellanos, en busca de la solidaridad internáutica”.

La prensa local universitaria les hizo la primera entrevista. Siguieron las radios, la televisión y los periódicos de tirada nacional. Para entonces nadie sabía qué era Google ni cómo iba a atravesarlo todo. Llegó el primer anunciante: una marca que obedecía a sus lineamientos ideológicos. “Ahora son muy famosas las tiendas de campaña que las tirás al aire y caen montadas, pero por entonces sólo existían unas canadienses que eran muy difíciles de montar. El fabricante de estas tiendas de campaña nos dijo: ‘Son para vagos así que me quiero anunciar con ustedes’”.

Todo se desmadró. Las visitas se dispararon. El impacto de la web traspasó los límites geográficos. La patria estudiantil sudamericana empezó a consumir sus utilidades. Sentían estar usufructuando el servicio, percibían la culpa de obtener un beneficio gratuito. Los primeros dividendos de la sociedad Rodero-Castellanos fueron ficticios. “La gente empezó a mandarnos dinero escaneado a modo de broma para darnos las gracias. Lo imprimíamos y lo poníamos en el corcho de mi habitación (por entonces hacíamos la web en mi casa) y al final juntamos billetes de toda Latinoamérica”, recuerda Javier.

Ya dejaron de llamarse por teléfono para descontar las veces que habían entrado en el registro de visitantes. Los números ya tenían más de cuatro cifras. Cambiaron las escalas de medidas: empezaron a contar las visitas por Santiago Bernabéus. Para dimensionar el volumen de usuarios, mimetizaron los ingresos en la capacidad de las plateas y del estadio del Real Madrid, con un aforo para 81 mil personas. Primero llenaron una tribuna, después las llenaron todas. Finalmente hablaban de varios Bernabéus completos.

Tuvieron la suerte de soportar un tráfico que no habían previsto. Los servidores no colapsaban porque los visitantes distribuían casualmente sus horas de ingreso, amén de la diferencia horaria entre España y el continente americano. La alta demanda les exigía atención. Eran dos veinteañeros recién egresados de la facultad, sin experiencia laboral, domando una aventura que crecía exponencialmente. “Al principio no ganábamos dinero y seguíamos en mi casa pero empezamos a vender ordenadores, a montar redes locales tirando cable por oficinas, a hacer softwares a medida para empresas y el dinero que ganábamos lo invertíamos en la web: mejores servidores, compramos dominios, contratamos a una persona. El punto de inflexión fue cuando firmamos un contrato con una agencia de publicidad online que se abría en España. Ellos se encargaban de mover nuestra marca y nuestro inventario publicitario con anunciantes y así nosotros sólo nos dedicábamos a mejorar la web”.

Fundaron una empresa que les divertía y les abrumaba: el proyecto empezó a gestar gastos, impuestos, alquileres y una burocracia que debieron aprender a controlar. Pero ganaban más dinero que sus padres: el de Javier administraba un comercio y el de Miguel Ángel era el encargado de una estación de servicio. Se mudaron, contrataron más personal, se convirtió en un trabajo arduo. Las jornadas solo tenían hora de inicio -las nueve de la mañana-. Se extendían en procura de conformar un elemento distintivo: revisaban y clasificaban a todos los documentos que ingresaban a la web. No garantizaban la corrección plena de los trabajos, pero sí su genética: se aseguraban que si un usuario subía una monografía de la biología molecular, que realmente lo sea.

Su potencialidad empezó a seducir a muchas empresas con ánimos de compra, y a otras con ánimos de engañar a dos jóvenes inexpertos. Entre ocho propuestas, eligieron la de eresMas, el portal de Retevisión, un grupo empresarial español que estaba formando su proveedor de servicios de internet para competir con los reyes del mercado. “Nos hicieron una oferta interesante -reconstruye-: comprar el 90% y que siguiéramos vinculados con un 10% restante, lo cual, junto con el compromiso de seguir trabajando en Salamanca, se convirtió en un win-win para ambas partes. Así, en 2001, vendimos el 90% pero en el día a día nada cambió: gestionábamos la empresa igual pero pudimos disponer de fondos para contratar más gente y dar un salto cualitativo”.

En 2016, con 2,2 millones de visitas por día (27 veces el Santiago Bernabéu y el 80% proveniente de Latinoamérica) y más de 30.000 apuntes y trabajos de clase, Javier Castellanos y Miguel Ángel Rodero se desvincularon del Rincón del Vago. A los 49 años, trabajan en Orange, el segundo teleoperador de telecomunicaciones de España. Javier es director de sistemas a cargo de todo el canal digital y de la Robot Factory, una iniciativa de automatización robótica de procesos en la compañía. Miguel trabaja en digitalización con inteligencia artificial y chatbots. Cada semana comparten el viaje en auto desde Salamanca hacia la sede central de la firma en Madrid. A veces charlan de su aventura adolescente, a veces no.

“Era un proyecto de chavales -describe Javier-. Nunca tuvimos problemas legales ni por plagio ni derechos porque cada documento era exhaustivamente revisado y catalogado antes de subirse, y eso ha hecho que se haya convertido en un clásico. Está en la boca de todos como una mención a alguien que no se ha tomado el tiempo para hacer su trabajo. Es algo ya coloquial. Todos aquellos que ahora trabajan y son periodistas, jueces, economistas o consultores se criaron con la web. A menudo me reúno con proveedores que me dicen: ‘Te he mirado en Linkedin y te quiero dar las gracias por el Rincón del Vago, me encanta’”.

El cofundador sostiene que toda la información volcada en la web sirve como referencia bibliográfica: “Es como leer Wikipedia o la enciclopedia británica. La diferencia es sólo un tema estético: a cierta gente le incomoda el nombre Rincón del Vago”. A su vez, establece una discriminación en la cualidad del usuario. “Una cosa es ser un estudiante pícaro y otra cosa es ser un político que entrega documentos completos tal cual sin cambiar ni una coma, sin aportar nada suyo. Ahí está el límite moral de cada uno”.

Javier tolera la controversia que sobrevuela su creación. Dijo que el sistema educativo es una estupidez, que sólo se basa en la memoria y en diálogo con el diario español El Confidencial cantó “hidrógeno, litio, sodio, potasio, rubidio, cesio, francio” sin recordar las valencias de estos elementos químicos ni la razón de por qué aún treinta años después las memoriza. Miguel Ángel le respondió al Observador de Uruguay que “la educación no puede seguir anclada en un paradigma de enciclopedias como si fuera el siglo XVIII”. Sentó posición a raíz la polémica suscitada tras la incorporación de su web en un programa de literatura del tercer año del Ciclo Básico Tecnológico: “La educación no puede estar ajena a las herramientas que buscan facilitarle la vida a los estudiantes; en todo caso sería más útil enseñar a entender cómo funcionan estas herramientas, cuál es su alcance, la veracidad o no de los distintos contenidos, el no quedarse con una versión única, con una fuente”.

Rodero no entiende “cómo en tiempos de Chat GPT e inteligencia artificial, en la enseñanza obligatoria sigue discutiéndose sobre el uso de plataformas tecnológicas que llegaron para quedarse”. Para Javier es una discusión sobre posicionamientos de justicia, de equilibrio. Su opinión encubre una crítica severa al sistema educativo tradicional: “A los buenos profesores no les afectaba nuestra web porque conocen a sus alumnos, saben de lo que son capaces y cómo se expresan. Pero, como en todos lados, hay profesores que no son tan buenos. Si no invierten su tiempo en los alumnos, tampoco los alumnos quieren perder el tiempo en algo que ya está hecho. Esa era nuestra filosofía que repetimos cientos de veces: no perder el tiempo en algo que ya está hecho. Se avanza haciendo nuevas cosas, no aprendiendo conceptos de memoria. Hay que entender y tener capacidad crítica, no sólo memorizar”.

En definitiva, todo se trató siempre del tiempo. El que se ahorró Gerardo Milman para caracterizar a las maras en Twitter, el que aprovechó el juez Diego Estévez para explicar la fórmula del TNT en su alegato, el que ganó el equipo de asesores del senador colombiano Juan Diego Gómez para la redacción de un proyecto de ley, el que economizó la funcionaria española Concepción Canoyra al escribir su tesis sobre adolescencia. El tiempo que quisieron atesorar dos estudiantes universitarios españoles que no querían volver a escribir sobre religión. De ese fastidio nació -dice Javier Castellanos- “un sitio donde podíamos ahorrar tiempo para aprender muchas otras cosas que no se aprendían en clase”.